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lunes, 16 de enero de 2012

"En el camino..."

Se puede decir que uno de mis pasatiempos es el de escribir pequeños relatos.
Este es uno de los primeros relatos que hice "seriamente", con una pequeña investigación inicial y dos noches de entera dedicación debido a que trata sobre un tema que me fascina pero, que por desgracia, no conozco con suficiente profundidad: las tópicas de Freud, teorías con las que este psicólogo pretende explicar la psique humana.
Aun siendo aventurado intentar explicar algo sin conocerlo perfectamente, me gustaría que leyesen mis interpretaciones sobre lo que encuentra un ser humano en su cabeza, le mueve y guía en su vida y aun así no llegamos a comprender.
Pero, antes del relato, está esta increible imagen (desde mi ignorante punto de vista).

Es necesaria pues, al verla en mi "pequeña investigación", casi abandono la idea de seguir con el relato... al fin y al cabo, cómo iba yo a explicar con palabras algo que esta imagen dejaba tan perfectamente grabado... Sin embargo, al final decidí continuar, pero no dejo de reconocer lo impresionante de la simplicidad de la imagen, y no está de más ponerla y que explique lo que, en mi desconocimiento, no haya sido capaz de plasmar en palabras.

Y sin mas dilación:

En el camino…


- Imagen por A7 para "En el camino..." -
http://relatosdeloabsurdo.blogspot.com/

Me cuesta avanzar en esta oscuridad. No me había dado cuenta de lo mucho que habían crecido estos árboles, sus copas se alzan más arriba de lo que mi vista puede apreciar, sus gruesas raíces sobresalen y dificultan mi camino. ¿En qué momento habían arraigado allí todos esos árboles? Yo sigo avanzando.
Pese a la poca luz y al poco espacio, había pequeñas plantas que se hacían su hueco en esta inmensa jungla, aún son débiles, se rompen a cada paso que doy, ¿llegarán a crecer tanto como los demás o su corta vida terminará al entrar en conflicto con los grandes y robustos árboles que han estado ahí siempre? Ahora no tengo tiempo para preguntas.
Aunque parecen inmortales ellos también mueren, se caen por su propio peso, primero una rama se seca, le sigue el resto del imponente árbol, al final todo el tronco se desploma. Pero esto siempre trae consigo una nueva vida que se sirve del espacio que ha dejado libre. Demasiada contemplación, he de seguir.
Lo voy buscando, me llama, me tienta y solo me tengo que dejar llevar. El viento me empuja y yo lo único que tengo que hacer es procurar esquivar los obstáculos que se obstinan en estorbar mi marcha. No puedo parar. Ya no pienso, mi cuerpo avanza solo, cada vez más deprisa, mi corazón, mi respiración, mi paso… ¿debería parar? Estoy a tiempo…no, ya no lo estoy. Me dejo llevar, nada más.
Mis pies están húmedos, el agua me llega hasta el cuello. Me introduzco lentamente en un inmenso lago de aguas oscuras. Hace frío. Mis músculos se han entumecido y ya no siento nada, solo la presión del agua que aumenta por momentos, a cada paso que doy, cada vez que me adentro más en esta masa de agua estancada, cuyo fondo es tan inescrutable como el cielo que el espeso bosque no me deja ver. Me hallo completamente sumergido, sin posibilidad de respirar ni de volver.
Está oscuro, no veo ni oigo nada, no puedo respirar ni tampoco moverme, es como estar suspendido en un sueño eterno que te retiene en una pesadilla, fría, oscura, dominada por miedos y preocupaciones. Me aproximo al fondo lentamente y, extrañamente, va disminuyendo la presión que mantenía inmóvil mi pecho, desaparece poco a poco el frío que paralizaba mis músculos. Puedo sentirlo, es el fondo.
Ya no es de fuera de donde siento la presión, ahora es una poderosa onda interna que retumba y se propaga por todo mi cuerpo, es un deseo, es miedo, es la necesidad de salir fuera de ese animal que acecha en lo profundo de todo ser. No puedo luchar contra quien está en su terreno, contra quien no tiene límites, no contra quien ha estado encarcelado y ahora tiene en sus manos la salida, me tiene a mí.
Por fin acaba la lucha pues mi cuerpo se hunde en la tierra, ya estoy cansado. Solo tengo que cerrar los ojos y dejar que el fondo termine conmigo… pero parece que no es momento para descansar.
Una columna de luz blanca, una luz que aparece de la nada eliminando toda oscuridad a mi alrededor. Me eleva, primero a la superficie, a la altura de las copas de los árboles, hasta llegar por encima de las nubes. Lo que antes era un desconocido cielo se muestra ante mí con todo su esplendor alumbrado por esa luz, creo que no podría encontrarme mejor, cuánto regocijo, cuánta paz, me embarga ahora. En mi mano está el mundo, están las respuestas a todo… ¿de verdad? ¿Poseo de verdad todo eso? Se apaga la luz. Caigo nuevamente.
Ha sido una larga y contemplativa caída. Gracias a los árboles por detenerla con sus ramas, aun así, fue un duro golpe del que no creo que me recupere por completo. Conozco a personas que, tras haber experimentado esa sensación embriagadora, harían lo que fuera para volver a ese lugar por encima de las nubes, transformarían, si hace falta, todo el bosque en material de construcción para la mayor escalera del mundo. ¿Para qué? Mientras caía pude verla, aun cuando la luz no se había apagado y solo quedaba un tenue resplandor. Allí, muy por encima de donde estaba, se encontraba acechante la oscuridad. Yo, lo único que quiero es abandonar este lugar lleno de estorbos y mentiras. Yo, lo único que quiero es recordar donde estaba ese lago de aguas frías y oscuras.

Isabel, Junio de 2011, nº 1, Pg. 26.
Revista del IES Isabel de España, Las Palmas G.C

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